Transcripciones infieles, 2006
Texte intégral
Costras de orines indigentes en las esquinas, y para los que caminan con la mirada caída, chingas o colillas de cigarro, como tenga a bien llamarles; todo tipo de envolturas y algunos trozos de fruta roída.
Aceras espontáneas de piedra y cemento.
Varios antihéroes de la limpieza y los cínicos que les siguen dando empleo.
Buses, taxis, carros, carretillos de verdura y demás, camiones de descarga y hombres de espalda rota.
Pedestres impertinentes hasta estúpidos y motociclistas temerarios, y las jóvenes viejas gordas que jalan la prole.
Chinamos de bombillo, florecientes de mercadería.
Y los ríos de gente con la sangre pesada en plomo. Los árboles tristes que adolecen de líquenes, y unos hombres que cargan la corbata al hombro, mujeres vacunadas de los latigazos verbales y hombres que las ven como ganado vacuno, y los viejos olvidados sentados en los parques hablando de su presente: el pasado.
Y los anteojos del hombre del acordeón, uno más de los terribles artistas de la calle que le dan un corazón inocente y mendigo a esta ciudad.
Nadie se puede enamorar en San José, lo más que puede es culiar, conseguir una puta o un travesti.
Y a pesar de todo, es una ciudad que la pertenencia obliga a amar.
De: Transcripciones infieles, 2006
Pour citer cet article
Référence papier
Carlos Alvarado Quesada, « Transcripciones infieles, 2006 », L’Ordinaire des Amériques, 207 | 2007, 219.
Référence électronique
Carlos Alvarado Quesada, « Transcripciones infieles, 2006 », L’Ordinaire des Amériques [En ligne], 207 | 2007, mis en ligne le 06 décembre 2016, consulté le 29 mars 2024. URL : http://journals.openedition.org/orda/3392 ; DOI : https://doi.org/10.4000/orda.3392
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